jueves, junio 18
Six: Deathly Vision 2
El médico analizó seriamente al niño. Necesitaba tratamiento inmediato, no podía estar sano alguien que afirmara tales sinsentidos.
-No me cree-afirmó el niño, sin sorprenderse-Doctor Redd Ledston, esa mujer de ahí no es mi tia. Sé perfectamente que la madre de este niño-se señaló a sí mismo-falleció tiempo ha. ¿Porqué timebla, doctor?
-¿Cómo que la madre de "este niño"? ¿Acaso no recuerdas quién eres, Jimbo?
-Jimbo es el nombre de este niño, doctor. El nombre de mi hueste. Yo soy Six. Me instalé en el cuerpo del niño cuando la madre de este murió y hicimos un pacto que...
-¡Imposible!¡Sal de mi consulta, mocoso!-agarró el cuerpecillo de Jim Yenno y lo sacó de la consulta, donde la tía de este esperaba con ansia.
-¿Qué ocurre, doctor?
-¡NO vuelva a traer a este mocoso a mi consulta, me oye?¿ME OYE?
La mujer sonrió.
-Has perdido, Six-con el simple girar de su cuerpo y un silencioso gesto, sesgó la vida del doctor, atrapando el alma de este entre sus manos. La Parca Blanca sonrió al chiquillo-No podrás mantenerte por mucho tiempo dentro del cuerpo de ese niño si quieres salvar las vidas de nuestras pequeñas cobayas de juego.
El cuerpo de Jim tembló un instante, pero luego empezó a reir.
-Ganar el alma de un idiota no te hará ganar la guerra, estúpido saco de huesos.
-Perder el alma de un niño te costará la vida. Tenlo bien presente. Solo necesito el alma de la madre del niño y podré liberarte.
Los ojos del niño se llenaron de lágrimas.
-¡No me dejes, Six, no me dejes...!No dejes que se lleve a mamá...
Six, usando el cuerpo de su hueste, sonrió.
-No voy a perder de nuevo contra tí.
Six: Deathly Vision
-¿Es...?-empezó la mujer, frotándose las manos compulsivamente, agachando la cabeza y subiéndola cada tres segundos. La piel pálida parecía relucir con la débil luz de los focos de la sala, y los cabellos negros, tan bien trenzados al principio de la entrevista, habían roto sus ataduras y se hallaban dispersados por los hombros frágiles de la mujer. El doctor cerró la puerta, para que el niño no oyera la conversación.
-Lo siento señora, su sobrino padece un claro trastorno psicológico. Cree ver cosas que no existen.
-¿Paranoia?-se alarmó, temerosa.
-No señora. Mucho más grave. Cree firmemente que su madre sigue viva.
miércoles, junio 17
Priceless Freedom 4
-Estate quieta-la sermoneó. Pero Katherine apenas podía sentarse por culpa del moratón. La noche estaba lista para cernirse sobre las cabezas de la gente, y lo único que anhelaba la princesa en aquel momento era contemplar el atardecer para asegurarse que ese horrible día terminaba de una vez.
-Algún día, yo…-comenzó, como cada noche. Lucette suspiró y comenzó a cepillarle la larguísima melena dorada. El pijama antiguo marcaba el contorno de la figura de la chiquilla, que en pocos días iba a mutar para llegar a la plenitud de su juventud. La casa real de Tala contaba con esa peculiaridad. Al cumplir los sesenta y cuatro, los elfos Talenses adquirían el aspecto de jovencitos de dieciocho a veintipocos años. Pronto dejaría de ser una niña. Pronto no podría volver a jugar con todos esos chiquillos. Lucette suspiró, entristecida.
-Y yo no tengo hermano, tengo un chivato-gruñó Katherine. A Lucette no le gustó nada el comentario, ya que peinó un nudo que la princesa tenía con bastante mala idea, quedando en el cepillo una buena mata de cabellos-¡Au!
-No metas a Zéphir en esto, ricura.
-Pero Lucette…
-No-sentenció la mayor-Ya sabes que eso no te lo permito, jovencita.
-Lucette…
-Katherine-replicó Lucette-No aceptaré ninguna crítica a tu, digo, nuestro hermano. ¿Sabes acaso lo solo que ha estado? ¿Sabes la de cosas con las que ha tenido que cargar? Te recuerdo que su madre murió a los pocos años de nacer él.
-No es más que un semielfo.
-Eso no quita que sea de la familia. Su sangre o raza no implica nada.
-Es un ser…
-¿Inferior?-aventuró Lucette-Katherine, no me hagas esto. Tus amigos son todos humanos. No puedes clasificar así como así a la gente. Zéphir es muy bueno. Solo está muy, muy solo.
Katherine dejó el tema. No tenía ganas de oír alabanzas sobre semejante judas.
-Lucette, tu que pasas tanto tiempo con padre-comenzó la princesa, dubitativa-¿Qué rayos le hizo fijarse en Emmelin?
Lucette parpadeó varias veces, ya que la pregunta la había cogido desprevenida completamente. La elfa sacudió la cabeza tristemente y en silencio, continuó peinándola.
-¿Hermanita?
-Su sonrisa-masculló, entre dientes, Lucette-Thyrone siempre ha dicho que es lo primero que vio de ella y con lo que no pudo sacársela de la cabeza durante semanas.
-¿Tú has visto alguna vez esa sonrisa?
-No pequeña. Creo que Thyrone sufrió una alucinación.
Y aquí concluye el capítulo primero
martes, junio 16
Priceless Freedom 3
-¡Woao!- farfulló Urian, con una sonrisa traviesa. La habitación era enorme, y tenía una cama gigantesca, adecuada al tamaño de la estancia en la que se hallaba. El armario no desmerecía en tamaño, y los muros estaban pintados de negro y constaban de millares de imágenes de grupos musicales conocidos. Un precioso piano lucía su magnificencia azabache sin una sola mota de polvo que manchara su color. Tenía un inmenso tocadiscos, y un buen montón de vinilos apilados sin orden concreto.
-Cuanta elocuencia, Urian-le escarneció Sven, que abrazando al pequeño Colin, se sentó en la cama. Katherine sonrió.
-¡Suéltame, hermano!-se quejó Colin, agitándose en brazos de Sven. Este sonrió pícaramente, mientras le revolvía el pelo al chiquillo. Katherine no pudo más que sentir envidia de los dos hermanos, pero obvió ese sentimiento y se dispuso a abrir el armario para coger ropa limpia.
-Y yo que creía que las habitaciones de las princesas serían como enormes tartas de fresas y nata-la voz de Matthew resonó por el cuarto. Este se había apoyado en el alféizar, mientras miraba burlón la estancia- Aunque apuesto que ese armario tiene más colores que un cesto de fruta. Y juraría que abunda el rosa.
-Idiota-gruñó la aludida, replanteándose seriamente en degollar al chico y vender sus órganos para así, poder hacer algo de provecho con él-Si lo prefieres, permanezco así vestida-señaló su ropa interior con malicia. A parte de Virgile y Evan, Matthew era el único capaz de entender que tal y como estaba la muchacha, no era normal ni decente que permaneciera mostrando aquellos pantaloncitos abombados. La puerta se abrió de par en par. Virgile jadeaba, alarmado.
-La reina viene hacia aquí-intentando recobrar el aliento, se estiró sobre la cama. Katherine enrojeció de vergüenza e ira.
-¡SALID PITANDO!-gritó, alterada. Los niños, sin entender bien porqué, obedecieron sin más. Quizás influyó el estado de nervios que reflejaban Virgile y la princesa. Los pequeñajos saltaron por la ventana apresuradamente.
-¿Nos vemos mañana?-dijo ella, esperanzada. Myron, colgado de la espalda de su primo, respondió a su pregunta con un cabeceo, mientras se perdían todos entre los arbustos.
-Yo también debería irme- masculló Virgile, intentando levantarse de la cama. El pomo de la puerta cedió y giró lentamente. Ambos jóvenes empezaron a temblar.
-¡Madre!-exclamó Katherine, agachando la cabeza, logrando que su trenza dorada rozara el suelo con el gesto. Virgile imitó a su amiga, al susurro de “Majestad”. La reina era una elfa muy peculiar. Rubia hasta emular el color del trigo, su aviesa y purpúrea mirada era capaz de sacarle las entrañas a quien se propusiera. Y así se sentían los dos jóvenes. Como si la reina los estuviera desgarrando por dentro y se hiciera un festín con sus entrañas. La grácil figura de la mujer avanzó unos pasos, seguidos de la azulada cabellera y el rostro frío y calmado del príncipe Zéphir. Los ojos amarillentos de él chocaron con los verdes de su hermana menor, dándole a entender que la venganza también le gustaba. Por lo visto, Labelle le había sermoneado a base de bien.
-Huele a pobres-dijo la reina, olisqueando el aire. Katherine chasqueó la lengua con desdén. Pero no dijo nada-Te escapaste de clase, jovencita-dejó caer con tono casual. Virgile se estremeció. Conocía ese tono de sobras. La princesa iba a pagar caro querer ser libre por unos minutos.
Priceless Freedom 2
-¿Quién es este?-gritó uno, con los dientes mellados y la cara sucia del barro. Katherine arrugó la nariz con desagrado. La apariencia de los otros chicos no era mucho mejor. Salvo por Virgile y su hermano Evan, no salvaría a ninguno. Con casi sesenta años a sus espaldas, la jovencísima elfa había visto ir y venir a muchos niños, algunos más hermosos que otros, pero sospechaba que esos eran, con diferencia, los más feos que había conocido jamás. Uno de los niños, de unos diez años de edad, se sacudió el polvo y le tendió la mano mugrienta, mientras que con la otra sujetaba el balón.
-Myron-dijo, alegremente-Ellos son Elthan, Sven, Urian, Zander, Slade, Colin y mi primo, Matthew. Por lo visto ya conoces a Evan. Y como Virgile no quiere jugar con nosotros tu lo substituyes…
-Kaethe. ¿Qué posición ocupabas, Virgile?-murmuró, alegremente. Este le sonrió y le acarició la mejilla suavemente, a lo que el resto de amigos se sorprendió y comenzaron a murmurar.
-Delantero-dicho esto, el joven noble se separó del grupo y tomó asiento, dando así por comenzado el partido. Katherine no sabía muy bien como jugar, pero las horas muertas que se había pasado viéndolos jugar desde la ventana de su cuarto le valieron para más de lo esperado. En su equipo jugaban Myron, el pequeño Colin, Evan y Zander. Controlando el balón torpemente, Zander pasó el esférico a Colin, que tropezó con sus propios cordones y rompió a llorar. El resto de equipo lo ignoró, a sabiendas que Virgile lo cogería y se encargaría de su rasguño. Sven recuperó el balón, y chutó con ganas hacia la portería, donde un tembloroso Myron defendía solitario la meta. Estaba claro que no era el mejor portero del mundo, así que Katherine tuvo que intervenir tan bien como supo. Le arrebató el balón arrastrando su cuerpecillo contra el barro, esquivando con agresividad a sus rivales. Sonrió satisfecha. El balompié jamás le había parecido tan interesante. Había dejado atrás a Urian, Elthan, Slade y Sven, y solo tenía que batir a Matthew. El niño, que llevaba el pelo rojo recogido en una brillante coleta, esbozó una mueca burlona. No pudo evitar pensar que era la mejor sonrisa del mundo, hasta que usó esa boca tan curiosa y bonita para azuzarla a ella y a su ira.
-Chuta, nenaza-la amenazó el pelirrojo, con la mueca ensanchada. Katherine respondió a la provocación casi de inmediato. Su chute fue directo y conciso. Habría perforado la red si no fuera porque esta estaba hecha de hiedra elfa. Su equipo coreó el punto con hurras y clamores. La niña comenzó a reír. La gorra cayó y desveló su melena dorada cayendo elegante sobre el fango.
-Que chute más bueno, Kaethe-la felicitó Myron.
-Alucinante-añadió Evan-No sabía que fueras tan buena.
-¿¡BUENA!?-gritó desde la otra punta Matthew-Es… ¿Una chica?
-¿Te molesta?-gruñó Katherine, molesta. Retiraba cualquier pensamiento agradable que podía haber tenido acerca del pelirrojo. Ese niño era idiota y no tenía otra vuelta.
-He perdido contra una mocosa de la nobleza-dramatizó este, pateando el fango con rabia.
-Bien-Katherine lanzó el gorro y el chaleco a los brazos de uno de los criados, que miró mal al niño-Gracias por los pantalones, Vir-sin pudor alguno, se desembarazó de ellos, ya que se habían roto con el roce, y se los tendió a su amigo. Lucía unas braguitas bombachas negras. Ninguno de los presentes habían visto unas antes, y más de uno tuvo que apartar la mirada, avergonzado.
-¡Princesa!-dijo un ruborizado Virgile, aún sosteniendo los rotos pantalones-No podéis ir así por la vida-la sermoneó.
-Empiezas a sonar como la vieja Labelle, Vir.
-Pe-pero…
-¿Queréis venir a mi cuarto?-ofreció la princesa, sonriendo. Los niños asintieron rápidamente. ¿Qué clase de maravillas escondería la habitación de una princesa elfa?
lunes, junio 15
Dreamless?
Lo necesitaba de verdad. Necesitaba perderse en los ambarinos ojos de él. ¡Qué cursi!-se reprendió a sí misma. No sabía si correspondía a su anhelo de permanecer a su lado, pero no conocía a nadie más en ese oscuro lugar que pudiera proporcionarle las palabras que necesitaba. ¿Virgile? Solo tenía quince años, y era su único amigo. Y ya ni tan siquiera eso. La reina se había ocupado de pagarles a ambos hermanos unos costosos estudios en las mejores academias militares, cumpliendo así los sueños de estos de convertirse en guerreros. Notó los fríos dedos de él recorriéndole la espalda, mandando directamente a sus nervios el helor punzante. Qué bien se sentía el tacto de Azhian recorriendo su piel. Como ya no le podían quitar nada más, no le importaba si la descubrían o la castigaban. Se asustó un poco al notar como la tela del vestido resbalaba por sus brazos y cintura, dejando su bien torneado cuerpo prácticamente vulnerable incluso para el viento. Cerró los ojos. Solo necesitaba calor. Dejó que los jadeos escaparan de sus labios, mientras que los gruñidos satisfechos de él le acariciaban la espalda, ya descubierta hace rato. Ahogó un chillido de sorpresa cuando las frías manos de él levantaron el faldón púrpura y llegaron a sus desprevenidos muslos…
Virgile apartó la mano de repente, retomando conciencia de lo que estaba haciéndole a su desprevenida amiga. La había venido a ver a escondidas, usando un permiso que no pensaba desaprovechar viendo a unos padres que solo le dedicaban un hola y un adiós de tanto en tanto. La fina piel de la elfa le pareció tan irresistible y sedosa que no pudo contener las ganas de abrazarla. De tocarla, de besarla. Mientras retiraba la mano, la muchacha jadeó una vez más, logrando que el jovencito se sonrojara intensamente. Por su suerte, Katherine tenía un sueño muy pesado, y costaba que se despertara. Cuando esta se dio la vuelta, tuvo que girarse él también. Estaba colorada, y musitaba una y otra vez un nombre que desconocía. Molesto, abandonó la habitación. Resopló, ahogado por la sangre que le golpeteaba la cabeza sin descanso. Se sentía vivo, y estaba seguro de que podría rescatar a la princesa de las malvadas garras de su madre. Volvió a asomar por la puerta, para descubrir, entre maravillado y avergonzado, el estado en el que se encontraba la hermosa elfa. Inexplicablemente, las sabanas habían cobrado vida y parecieron quererse colocar de tal manera que permitían vislumbrar todos los contornos de la figura femenina que se escondía bajo estas, para gozo de cualquier ser que la vislumbrara en ese momento, dejando que la vil y activada imaginación del jovencito se disparara de repente. Cerró la puerta de golpe, y tomó aire varias veces antes de seguir con su camino. Lucette le salió al paso, asustando al joven muchacho.
-¡Virgile!-se alegró la elfa, abrazándole. Este apenas pudo responder al gesto, demasiado turbado como estaba.
-Lucette, yo…-comenzó, en modo de disculpa.
-No, Virgile-su interpelada esbozó una triste mueca-No te la lleves, por favor.
-¡Pero!-empezó, molesto-¡No se merece la cárcel a la que está sometida!
-Esto que voy a decir es muy egoísta, Virgile. Pero ten en cuenta que es la realidad. Yo la necesito mucho más que tu. El rey, a quien por tu título de noble y tu carrera de caballería debes lealtad, la necesita muchísimo más. Se quedará aquí atrapada hasta que estemos preparados para que vuele lejos. ¿Dónde te la llevarías, jovencito?-recalcó, a sabiendas que el pobre muchacho no tendía ni un mero cuchitril en el que vivir-Se te pasará. Ya encontrarás a otra persona.
Defender la profundidad y veracidad de sus sentimientos sería en vano.
jueves, junio 11
Doodles
martes, junio 9
Tales of Tala: StoryLine
Priceless freedom
Cómo odiaba a esa institutriz. Sin duda, era la mujer más horrible que había conocido. Quizás detrás de su madre, pero no podía errar en su juicio cuando decidía que aquella humana chillona y repeinada le recordaba más a un palo tieso que a una maestra. No obstante, tenía que aguantarse. Labelle, que así se llamaba la mujer, la miró ceñuda. Se levantó de su asiento y se dispuso a sermonearla.
-¡Princesa!-se escandalizó Labelle, que golpeó con la regla de madera el pupitre que la niña ocupaba. Esta dio un respingo, y asustada dirigió una mirada llena de miedo a su hermano, que torció el gesto con sorna y apartó la mirada, dejando a la niña sola ante la irritable institutriz.
-Lo siento-se disculpó la niña, mirando burlona a la mujer, claramente sin ningún remordimiento.
-¿Te parece más interesante la plebe que la historia, princesa Katherine?-la yugular de Labelle palpitaba peligrosamente, mientras señalaba con desdén a los niños que se habían arremolinado en el patio del castillo y jugaban con los hijos de los criados a balompié. La princesa se sonrojó intensamente, y cruzó las piernas, temerosa de que debajo del pomposo vestido rosa, al que odiaba casi tanto como a Labelle, pudiera adivinarse que portaba unas mallas que uno de los hijos de los nobles, Virgile, le había prestado para que pudiera correr con comodidad. Labelle se olió el pastel y le levantó el faldón. Horrorizada, divisó bajo el miriñaque metálico la prenda ajada y masculina que llevaba puesta.
-¡Princesa!-repitió, con un tono más alto que antes, dejando sordos a ambos príncipes. Se había puesto como un tomate, y Katherine empezó a sospechar que las venas del cuello le iban a explotar tarde o temprano.
-¡Son de Zéphir!-se excusó con una sonrisa la princesa. Su hermano le dirigió una mirada furibunda. La niña sonrió. Venganza, dulce venganza.
-¡Majestad!-le reprendió Labelle-Deberíais ayudarme, no complicarme la educación de esta… ¡marimacho!
Las mejillas de Katherine adquirieron el color de la sangre, y arrancándose la falda y liberándose del miriñaque, el cual tiró a la cabeza de Labelle, se encaminó a pasos agigantados al jardín, poniendo especial énfasis al cerrar la puerta. Su cabello rubio se había erizado del enfado, que algunos de los soldados aprovecharon para revolverle de modo cariñoso, a lo que ella respondió con un gruñido de ira. Ellos respondieron riéndose, agriando aún más el enfado de Katherine. Esta se encerró en su cuarto y se recogió la larguísima melena dorada en una trenza que escondió en un gorro que había robado del cubo de la ropa sucia de los criados, a la par que escondía su corpiño bajo un chaleco tan sucio como ajado. No quería seguir aburrida y quedándose mustia y destrozada dentro de esos horribles muros. Saltó por el ventanal, que distaba pocos centímetros del suelo, y corrió al patio delantero, entre las sonrisas de los criados que la habían reconocido por el camino. Llegar al hermoso jardín no la alegró ni la mitad de lo que esperaba. Un montón de mocosos se habían arremolinado entorno a la figura esbelta y de cabellos azulados del rey elfo, su padre, Thyrone. El rey sonreía a los niños, que le pasaban el balón para que el hombre participara en su juego, a lo que este gratamente accedió. A Katherine se le partió el alma. Los nobles que acompañaban a su padre reían abiertamente, con respeto y cariño hacia aquél elfo tan cálido y hermoso. Todo lo contrario que cuando ella se lanzaba a sus brazos en presencia de otros. ¿Acaso el rey debía ser cercano con el pueblo y distante con sus hijos?
-Papá, eres un traidor-murmuró, llorosa. Pero ese breve momento de debilidad la enfureció, y secándose los ojos con fuerza, levantó la mirada y se encaminó hasta el grupillo de crios. Thyrone ya se hallaba abandonando el jardín, así que no tenía que temer por ser descubierta, y como consecuencia, castigada. Por suerte, entre los muchachitos, se encontraban Virgile y su hermano Evan, así que no tenía que preocuparse por quedarse sin equipo.
Madre?
La centauro se encaramó a Zell, furiosa.
-¡Deja de asustar al principito!-le reprochó, coceando el suelo. El francotirador tuerto sonrió macabramente.
-Deja de actuar como si fueras su madre, Ashe.
-¡Soy la única família que tiene!¡Está solo en este mundo!
Los ojos de Kimura se llenaron de lágrimas, y corrió a refugiarse al cuarto de su padre. Llamó temeroso a la puerta, mientras que su morador le indicó que podía pasar con un quedo gruñido de confirmación. El niñó miró, con sus ojos dispares, entre lágrimas, cómo su padre se levantaba de la silla para mirarlo impasible. Kimura se encogió, temeroso, pero entonces, su padre lo sentó en su regazo.
-Mamá...mamá...
-La echas de menos, ¿verdad?-suspiró Azhian, tristemente, y a la vez, con el semblante impasible. Kimura asintió, asustado por no poder adivinar qué rondaba por la cabeza de su padre. Este le señaló una foto que se hallaba entre los papeles desperdigados por la mesa, y el niño corrió a cogerla, asustadísimo de lo que pasaría si no obedecía. Cuando vio la foto, no pudo evitar sonreir. No conocía a la chica que en ella estaba retratada, pero sí podía ver la sonrisa de felicidad de su padre al ser abrazado por la hermosa muchacha. Tenía los ojos verdes y la cara pecosa. Como su ojo izquierdo y su rostro. Kimura se acercó a Azhian, anhelante.
-Qué bonita es mami. ¿Porqué no está con nosotros, papi?
Azhian meditó unos instantes.
-Papi fue muy malo con ella, peque. Muy muy malo. Y mami tuvo que irse muy lejos.
-¿Pero volverá, no?-suplicó. Azhian miró a los ojos verde y amarillo de su hijo, con una mueca que pretendía ser una sonrisa reconfortante.
-No escapará tan facilmente, te lo aseguro.
lunes, junio 8
Lucero
-¡No te apagues, por favor!-rogó la niña, desesperada. Entonces, como si la hubiera oído, la luz permaneció inmóvil. Incluso se intensificó. Siguió caminando, y la mano de la oscuridad tomó el color de la carne.
Pero, ¿cómo podía saber que ese era el color de la carne si había sido ciega toda la vida? Al levantar la cabeza, no solo vió una piel, si no unos ojos verdes y una melena azul, junto a una sonrisa salpicada de pecas.
-Majestad, ¿qué haceis recojiendo a una pobretona de la calle?-murmuró con desagrado el estirado elfo. La niña se encogió, asustada. Mas el soberano la abrazó tiernamente.
-Es una elfa como tu y yo, Oysa. Y tiene un nombre precioso, seguro. Yo me llamo Thyrone. ¿Y tu, pequeña?
-Yo...Yo...No tengo nombre-masculló, apenada. Oysa se agachó para mirarla a los ojos.
-Eras...Ciega-constató, no pregunto. La niña asintió asustada al recibir tanta luz, al ver esos extraños rostros. Thyrone le acarició la cabecita.
-¿Y que ha sido lo primero que has visto, pequeña?
La niña sonrió alegre.
-¡Una preciosa luz matinal!
-Hete aquí a nuestra pequeña y preciosa Lucero, Lucette, que vino de la tiniebla a la luz-anunció el rey, amablemente. Lucette sonrió. Se sentía inmensamente feliz.
.............
-Lucette-gimió lloroso el rey, que se cubría el rostro angustiado con las manos-Emmelin...Emmelin...
-Lo sé, majestad, lo sé. Pero ahora, nuestro precioso pajarillo será feliz, no lo dudeis.
Vainilla
-¡Te pillé!-rió Reira, abalanzándose sobre su querido hermano y haciéndole cosquillas por doquier, mientras este luchaba por respirar entre carcajadas-Adivina de que es mi perfume.
Azhian se sentó, acomodado en el sofá y logrando escapar del agarre de la humana.
-¡Vainilla!-exclamó, sonriente. Reira lo premió con una de sus reconfortantes sonrisas, pero fue interrumpida por la llamada imperiosa en la puerta.
-¡Ya voy!-murmuró, entre risas, la joven mujer. Azhian, desde su privilegiado asiento, pudo comprobar qué ocurría. Un enorme ramo de rosas precedió a un hermosísimo hombre elfo de pelo azulado. Reira se sonrojó, y despidiéndose rápidamente del semielfo, se marchó con su enamorado.
La habitación seguía oliendo a vainilla.
....
El rey Thyrone se hallaba saludando a Abigail, mientras Azhian, Zell, Dellios y Barend miraban aburridos el convite al que los había arrastrado su maestro. Una fiesta de cumpleaños de una niñata de la realeza. Azhian maldijo para sus interiores a toda la raza de orejas picudas. ¡Malditos inmortales!¡Maldito rey elfo!
Pero entonces, su línea de pensamiento quedó interrumpida. Había una muchacha observándolo, enrojecida como un tomate. Y entonces, volvió a notar aquél olvidado hacía ya tiempo olor. Vainilla.
-Vuelve con tu madre y tus hermanos, princesa Katherine...-sugirió Thyrone, abrazando a su hija menor. No sin antes volver a observar a Azhian, admirada y ruborizada, la princesa elfa obedeció.
-Interesante...-musitó el joven semielfo, viendo como la chica se alejaba-Muy pero que muy curioso...
Veneración
-¡Deja de mirar!-lo regañó, tirando de su manga. Matthew gruñó, hastiado de la actitud infantil de su acompañante.
-Evelyn, callate de una vez.
-¡Deja de mirar a esa zorra!-insistió de nuevo. La otra chica levantó la vista. Sus ojos verdes se clavaron en los azulados de Evelyn.
-¡Te conozco!-gritó Matthew, alegrandose por tener una excusa para alejarse de Evelyn y de sus niñerías-¡Eres una de las amigas de Virgile!¿No?
-¡MATT!
Evelyn enrojeció de ira, y a pasos agigantados, se acercó a ellos y se agarró al brazo de su pareja. Por otro lado, la otra chica sonrió alegremente, burlándose descaradamente de la idiotez de Evelyn y del desespero de Matthew.
-Te recuerdo-tarareó, canturreando alegremente-Te metí un gol hace quince años, ¿verdad?
-Katherine-llamó una voz femenina, alegremente-Hora de cenar.
-¡Voooooy!-mirando a Evelyn, se acercó al muchacho y le plantó un buen beso-Ven a verme más a menudo, ya sabes, por los viejos tiempos. Traete a la morena contigo si quieres, en mi castillo siempre será bienvenida...Porque no tenemos nada que ocultarle,¿verdad?-con una extraña risita, la elfa se retiró hacia el interior del castillo.
Días despues, Matthew consigió librarse de Evelyn.
....
-Eso fue mi primer beso, ¿lo sabías?-se burló Matthew, cogiendo a su princesa por la cintura, mientras esta intentaba escapar de su agarre, colorada.
-¡Tuviste suerte que fuera yo, y no esta niñata!-sentenció ella, orgullosa. En ese mismo instante, divisó la figura amada y ya no tenía ojos para nadie más. Matthew suspiró.
-Lástima que quien te salvara de ese sitio no fuera yo...
Embriaguez
-No te he pagado para que hables.
La mujer lo miró, confusa por unos breves instantes, e hizo amago de besarlo. Dellios se rascó la incipiente barba, pesaroso por el mal entendido, divertido por la reacción de la prostituta. Le había gustado verla asustada. Sonrió, dejando que su apestoso aliento a alcohol envenenara el aire, como una toxina más en tan oclusivo lugar.
-Te he pagado para que me escuches, mujer-tomó un sorbo directamente de la botella de vino y se encendió uno de sus más preciados puros-Mi nombre es Dellios... Y mi adorada mujer acaba de morirse en mis brazos mientras se dirijía al altar.
......
-¡¿Quieres casarte conmigo, Aretha?!-bromeó Dellios, agitando el brazo alegremente hacia la chica, que lo miró con asco.
-¿Quién querría casarse con un vago y borrachuzo supuesto hombre?-protesto la rubia.
Dellios se quedó mirando la copa medio vacía de vodka, con una triste sonrisa grabada en los labios.
-¿Quién querría casarse conmigo?...¡DAPHNE!¡Cásate conmigo!
Y la rueda vuelve a girar.
Miopia
-¿Zell?-preguntó Dellios, mirando burlón a su amigo-Si sigues así romperás el espejo con tu fea cara.
-Muy gracioso-gruñó el aludido, tirándole de la oreja a Dellios-Tráeme un chuchillo de cocina.
-¿Vas a cortarte la coleta?
-Voy a arrancarme el ojo izquierdo.
A Dellios de le escapó la risa. Rió como nunca en su vida, mientras Zell esperaba pacientemente a que su compañero le trajera lo demandado.
-Sácatelo con una cuchara, no te...
.....
Zell sonrió, satisfecho por las caras de asombro de Myron y Colin. Asombro o miedo, tenía buena vista, pero no sabía interpretar las caras.
-Y así perdí el ojo, y por ello soy el francotirador número uno.
Echó a ambos muchachos de la sala. Cuando la abandonaron, Dellios posó su robusta mano sobre el hombro de Zell.
-¿Y al final, hoy has utilizado la cuchara,no?
Zell se levantó el parche, y su ojo marrón miel centelleó alegre ante la afirmación.
-Mañana será un chuchillo
viernes, junio 5
Azabache
-¿Querríais dejar de observarme?-tartamudeó inseguro, viendo, aterrado, cómo Katherine se acercaba a él lentamente, tijera en mano. La elfa ensanchó su sonrisa, ocultando las sombras de las numerosas pecas tras tan deslumbrante mueca.
-¿Sabías que eres muy guapo, señorito Virgile?-afirmó la niña, logrando que el pobre chiquillo brillara en la oscuridad sólo con su sonrojo-Pero tienes el pelo demasiado largo...
-¿Qué?
-Tranquilo-tarareó Katherine-Voy a arreglar eso en un minuto.
Eficaz y sigilosamente, la elfa recortó, escaló y peinó el largo cabello negro hasta dejarlo poco más arriba que los hombros de su súbdito. Virgile se miró, horrorizado por el cambio, en el espejo.
-¿Qué rayos me has hecho, princesa?
La suspdicha hinchó los mofletes, ofendida.
-¡Yo solamente quería verte los ojos, Vir...!Y quiero ver bien tu sonrisa.
El niño sonrió entonces, contagiando a su amiga.
....años más tarde...
-Virgile, cariño, ¿vas a cortarte el pelo?-preguntó Imae, molesta-Con lo bien que te queda el pelo largo...
Su marido le sonrió tiernamente, recordando esa misma expresión en el rostro de su añorada princesa.
-Sólo hasta un poco más arriba de mis hombros, querida.