-Nunca sacaremos nada bueno de ti,niñato malcriado-le reprochó su padre, cerrando la puerta de mala manera, dejando al niño perplejo.Este,jugaba con el Estellor -un aparato con forma de bote que servía para enviar cosas al otro lado del rio sin tener que cruzar un puente, que se amarraba con cuerdas- ignorando las duras palabras de Lord Scorpius. Myron miró a sus clónicos hermanos y hermanas. Todos eran como su padre. Y por tanto, todos lo despreciaban. Eran fríos, rastreros, maliciosos y ambiciosos. Incluso la más pequeña, Sally, era como ellos. Y eso que solo tenía tres años.
-¿Cuál ha sido mi crimen hoy, Hector?-preguntó sin levantar la vista de su Estellor en miniatura. Su hermano menor le asestó una dura mirada y le arrebató el juguete. Myron se quejó silenciosamente, a la par que el niño agarraba el juguete, furioso.
-¡Has vuelto a ir a casa de nuestra tía sin permiso!
-¿Y qué? Es MI familia- sollozó Myron- Ellos me quieren.
-¡Deja de llorar, nenaza!-lo azuzó Meltha, otra de sus hermanas, que le arrebató el Estellor a Hector y lo lanzó contra el suelo, rompiéndolo en pedazos. El resto de hermanos comenzaron a reir, esperando la típica reacción de su hermano mayor: llorar a mares, como siempre hacía. Myron se acercó sin hacer el menor ruido a su juguete, recogió las astillas y las lazó al balcón, dejando que se confundieran estas con las gotas de lluvia que caían del triste cielo. Alcanzando a sus hermanos, les propinó, uno a uno, un sonoro bofetón.
-A mi esto me despertó de la pesadilla. Lástima que vosotros ya no podeis despertar.
Dicho esto, abandonó la habitación. Esa fue la única vez que Myron tuvo que enfadarse con sus hermanos. Porque, desde ese mismo instante, abandonó el castillo.
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-Cooooooooooooooliiiiiiin-llamó Myron, alegremente. Su amigo o miró un instante y apartó la vista, colorado de vergüenza al ver a Myron con un pañuelo rosa en la cabeza y una auténtica macedonia sobre esta.
-¡Me das vergüenza ajena!-dijo el niño, riendo de buena gana-Vamos, seguro que en tu casa Matt y Karai te están esperando.
-¡Sí!
PS: Myron se pronuncia (míron) y Karai (kárai)
martes, julio 21
Bird in the golden jail 3
Cuando volvió, Lady Emmelin aún seguía en sus quehaceres con la nobleza. Estaba claro que la había echado de menos...Ojala fuese así siempre, pensó alentada la joven princesa. Lucette la sonreía desde lejos, ya que la reina la había obligado a ir con ella. Zéphir estaba claro que no. Si por él fuese, la incinerarían viva. Ni siquiera la miró cuando esta ocupó de nuevo su sitio al lado del rey. Katherine sabia que el deseaba ese lugar y todo lo que ello comportaba. Y de buen grado se lo hubiese entregado todo, ¡allí mismo!
Suspiró cansada. Pero no podía ser, con aquella reunión se había sentenciado a una muerte lenta y dolorosa, alejada de lo que otros pudiesen considerar vida. Se sobresaltó levemente cuando notó la firme mano de su padre posarse sobre su hombro. El rey le indicó que lo siguiera, disculpándose ante los nobles que habían acudido rápidos, como aves de rapiña al notar la presencia del rey cerca.
Dejó a un lado los pensamientos sobre aquel hombre, para centrarse por completo en su padre. Aún estaba resentida con él, no lo perdonaría. Y se iba a empeñar en hacérselo ver. Acudieron al estudio donde el rey recibía la visita de los más allegados. Al entrar vislumbró a un hombre, trajeado. Su pelo era comparable al negro cuando se ha oxigenado profundamente.
-Es Abigail, mapete-aclaró el rey, cuando este la cogió la mano para besarla.- Un gran amigo.
-Mucho gusto-murmuró la elfa, con una sonrisa forzada-¿Requerías de mi presencia, Thyrone?-añadió, mordaz. Así le dejaba claro que en aquellos instantes, ni lo consideraba ni su padre ni su rey.
-Tenéis mucho carácter, majestad-añadió entre risas Abigail- Sois el vivo retrato de vuestr...
Thyrone estaba situado detrás de la princesa, por lo que pudo hacerle señales a Abigail para que no continuara. El final podría ser terrible si terminaba la frase.
-¡...de vuestra abuela!-concluyó Abigail, entusiasmado. Intentando remediar su metedura de pata. El rey suspiró intranquilo.
-Mapete-empezó el rey- Quería que lo conocieses, pues a parte de mi, es el hombre mas sabio de nuestro reino. Siempre que necesites ayuda, estará encantado de prestártela.
-Muy bien. Empecemos pues. ¿Cómo me libro de esto?-pensó, amargamente la princesa. Pero se tragó sus palabras para cambiarlas por otras de no mejor educación-En qué alta estima se tiene usted, padre. Vuestra sabiduría equiparada a la de un gran sabio. Me sorprende vuestra falta de modestia. Con todo mi respeto-el inciso aclaró que de respeto, no sentía ni una pizca hacia los dos hombres-me encantaría saber en qué puede ayudarme el maestro Abigail que no pueda...-de repente, se le iluminó el rostro de felicidad-¿Significa esto que despides a la pesada de Labelle? ¿Que tengo nuevo tutor?
-Ese no era el plan que yo...-empezó Thyrone, sorprendido. Pero la muchacha había sonreído al fin. Una sonrisa de verdad.
-¿De veras que ha venido tu amigo para eso?-siguió la princesa con su deducción, parloteando frenéticamente-¡Eso sería estupendo! Si es tan sabio como vos, padre, seguro que aprendo muchísimo más que con el palo tie...-giró la cabeza, avergonzada por haber dicho en alto el mote que había adjudicado a su institutriz, con la sangre agolpada en las mejillas- que con la señorita Labelle-acabó, resoplando por haber hablado tan rápido.
Thyrone miró confuso a su amigo, Abigail.
-¿Tú que dices, viejo amigo?-concluyó de buen humor.
-Que no todo siempre ha de salir a pedir de boca, majestad-inclinándose ante sus majestades, concluyó- Ahora mismo estoy inmerso en un estudio de vital importancia. Me sería imposible llevar acabo el adiestramiento de la princesa como sería debido. Lamento rehusar la oferta, majestad.
Thyrone permaneció a la espera de que la princesa protestará, de que exhibiera motivos para no llevar acabo la simple tarea de aleccionarla. Pero, con toda la educación del mundo, sonrió e inclino la cabeza en un asentimiento formal.
-Entiendo tus motivos, Abigail-añadió el rey- Aunque espero que esos estudios no te mantengan ocupado e impidan que reciba tus visitas-sonriendo amablemente.
Llamaron a la puerta. Interrumpiendo una animada conversación entre los dos hombres, un tercero apareció. A Katherine le dio un vuelco el corazón. ¡Era él!
-¡Maestro, me dijeron que podría encontrarle aquí…!
-¡Ah! ¡Azhian! ¡Pasa!-una vez el joven se situó junto a Abigail, este lo presentó- Es mi mejor alumno, Majestad.
-Encantado-al reverenciarse, dejó que cayeran sobre sus hombros una increíble mata de cabellos plateados- Me llamo Azhian.
¡Que suerte tuvo! Al parecer, los buenos modales de su padre la salvaron de un apuro, ya que se adelantó a ella para poder estrechar la mano al nuevo invitado. Ladeó la cabeza incomoda. Cogió un mechón de pelo, y se sintió una estúpida al estrecharlo contra su dedo índice hasta hacerse un bucle. Pero entonces al rey se le ocurrió la brillante idea de presentar a la princesa.
-Azhian, esta es mi hija. Katherine-cogiéndola por los hombros la situó justo en frente de aquel hombre- La futura soberana del reino.
El brazo de Azhian se alargó hasta coger con delicadeza una de las manos de la princesa, llevándosela hasta los labios para finalmente rozarlos contra su piel. Fue solo un momento, pero a Katherine le pareció que los ojos de Azhian brillaron ante la mención de su título. Después, ya no pudo seguir pensando. Ladeaba los ojos de un lado para otro, pero seguía sintiendo su mirada fija en ella. ¿A esto era lo que llamaban amor a primera vista?
Sacudió la cabeza, logrando que la sangre no subiera a sus mejillas más de lo debido y la delatara. Tomando aire hasta que sus pulmones no podían aceptar ni una molécula más de este, dejó que el flequillo le tapara la cara y con una corta inclinación, farfulló algo de tener que volver a la fiesta. Thyrone sonrió.
-Dile a tu madre que enseguida vuelvo.
-Claro-solo hacía falta recordarle la existencia de la reina para hacerla bajar a la tierra y enfadarla-Lástima que no podáis ser mi tutor, maestro Abigail. De veras que me hubiera gustado. Quizás cuando terminéis vuestros estudios...-comenzó esperanzada. Pero el hombre negó con la cabeza, pesaroso.
-Me temo que no sé cuando terminaré, jovencita.
-En-entiendo-masculló. Quería largarse de allí inmediatamente, así que marchó apresurada. No le cabía en la cabeza haber parecido tan débil ante su padre, ya que tenía clarísimo que los tres de habían dado cuenta de todo. ¡Si casi había suplicado para que Abigail fuera su tutor! Se golpeó la cabeza suavemente contra un muro, hasta que se hizo daño de verdad y tuvo que parar para que no le saliera una herida.
-Mira que eres bruta-dijo una voz conocida, mientras la ayudaba a levantarse del suelo.
-¡Vir!-se alegró la elfa, abrazando al jovencito. Pero tuvo que soltarlo. Hacía apenas tres días, Virgile le sacaba una cabeza de altura, y ahora era ella la que lo superaba al menos por una cabeza y media.
Suspiró cansada. Pero no podía ser, con aquella reunión se había sentenciado a una muerte lenta y dolorosa, alejada de lo que otros pudiesen considerar vida. Se sobresaltó levemente cuando notó la firme mano de su padre posarse sobre su hombro. El rey le indicó que lo siguiera, disculpándose ante los nobles que habían acudido rápidos, como aves de rapiña al notar la presencia del rey cerca.
Dejó a un lado los pensamientos sobre aquel hombre, para centrarse por completo en su padre. Aún estaba resentida con él, no lo perdonaría. Y se iba a empeñar en hacérselo ver. Acudieron al estudio donde el rey recibía la visita de los más allegados. Al entrar vislumbró a un hombre, trajeado. Su pelo era comparable al negro cuando se ha oxigenado profundamente.
-Es Abigail, mapete-aclaró el rey, cuando este la cogió la mano para besarla.- Un gran amigo.
-Mucho gusto-murmuró la elfa, con una sonrisa forzada-¿Requerías de mi presencia, Thyrone?-añadió, mordaz. Así le dejaba claro que en aquellos instantes, ni lo consideraba ni su padre ni su rey.
-Tenéis mucho carácter, majestad-añadió entre risas Abigail- Sois el vivo retrato de vuestr...
Thyrone estaba situado detrás de la princesa, por lo que pudo hacerle señales a Abigail para que no continuara. El final podría ser terrible si terminaba la frase.
-¡...de vuestra abuela!-concluyó Abigail, entusiasmado. Intentando remediar su metedura de pata. El rey suspiró intranquilo.
-Mapete-empezó el rey- Quería que lo conocieses, pues a parte de mi, es el hombre mas sabio de nuestro reino. Siempre que necesites ayuda, estará encantado de prestártela.
-Muy bien. Empecemos pues. ¿Cómo me libro de esto?-pensó, amargamente la princesa. Pero se tragó sus palabras para cambiarlas por otras de no mejor educación-En qué alta estima se tiene usted, padre. Vuestra sabiduría equiparada a la de un gran sabio. Me sorprende vuestra falta de modestia. Con todo mi respeto-el inciso aclaró que de respeto, no sentía ni una pizca hacia los dos hombres-me encantaría saber en qué puede ayudarme el maestro Abigail que no pueda...-de repente, se le iluminó el rostro de felicidad-¿Significa esto que despides a la pesada de Labelle? ¿Que tengo nuevo tutor?
-Ese no era el plan que yo...-empezó Thyrone, sorprendido. Pero la muchacha había sonreído al fin. Una sonrisa de verdad.
-¿De veras que ha venido tu amigo para eso?-siguió la princesa con su deducción, parloteando frenéticamente-¡Eso sería estupendo! Si es tan sabio como vos, padre, seguro que aprendo muchísimo más que con el palo tie...-giró la cabeza, avergonzada por haber dicho en alto el mote que había adjudicado a su institutriz, con la sangre agolpada en las mejillas- que con la señorita Labelle-acabó, resoplando por haber hablado tan rápido.
Thyrone miró confuso a su amigo, Abigail.
-¿Tú que dices, viejo amigo?-concluyó de buen humor.
-Que no todo siempre ha de salir a pedir de boca, majestad-inclinándose ante sus majestades, concluyó- Ahora mismo estoy inmerso en un estudio de vital importancia. Me sería imposible llevar acabo el adiestramiento de la princesa como sería debido. Lamento rehusar la oferta, majestad.
Thyrone permaneció a la espera de que la princesa protestará, de que exhibiera motivos para no llevar acabo la simple tarea de aleccionarla. Pero, con toda la educación del mundo, sonrió e inclino la cabeza en un asentimiento formal.
-Entiendo tus motivos, Abigail-añadió el rey- Aunque espero que esos estudios no te mantengan ocupado e impidan que reciba tus visitas-sonriendo amablemente.
Llamaron a la puerta. Interrumpiendo una animada conversación entre los dos hombres, un tercero apareció. A Katherine le dio un vuelco el corazón. ¡Era él!
-¡Maestro, me dijeron que podría encontrarle aquí…!
-¡Ah! ¡Azhian! ¡Pasa!-una vez el joven se situó junto a Abigail, este lo presentó- Es mi mejor alumno, Majestad.
-Encantado-al reverenciarse, dejó que cayeran sobre sus hombros una increíble mata de cabellos plateados- Me llamo Azhian.
¡Que suerte tuvo! Al parecer, los buenos modales de su padre la salvaron de un apuro, ya que se adelantó a ella para poder estrechar la mano al nuevo invitado. Ladeó la cabeza incomoda. Cogió un mechón de pelo, y se sintió una estúpida al estrecharlo contra su dedo índice hasta hacerse un bucle. Pero entonces al rey se le ocurrió la brillante idea de presentar a la princesa.
-Azhian, esta es mi hija. Katherine-cogiéndola por los hombros la situó justo en frente de aquel hombre- La futura soberana del reino.
El brazo de Azhian se alargó hasta coger con delicadeza una de las manos de la princesa, llevándosela hasta los labios para finalmente rozarlos contra su piel. Fue solo un momento, pero a Katherine le pareció que los ojos de Azhian brillaron ante la mención de su título. Después, ya no pudo seguir pensando. Ladeaba los ojos de un lado para otro, pero seguía sintiendo su mirada fija en ella. ¿A esto era lo que llamaban amor a primera vista?
Sacudió la cabeza, logrando que la sangre no subiera a sus mejillas más de lo debido y la delatara. Tomando aire hasta que sus pulmones no podían aceptar ni una molécula más de este, dejó que el flequillo le tapara la cara y con una corta inclinación, farfulló algo de tener que volver a la fiesta. Thyrone sonrió.
-Dile a tu madre que enseguida vuelvo.
-Claro-solo hacía falta recordarle la existencia de la reina para hacerla bajar a la tierra y enfadarla-Lástima que no podáis ser mi tutor, maestro Abigail. De veras que me hubiera gustado. Quizás cuando terminéis vuestros estudios...-comenzó esperanzada. Pero el hombre negó con la cabeza, pesaroso.
-Me temo que no sé cuando terminaré, jovencita.
-En-entiendo-masculló. Quería largarse de allí inmediatamente, así que marchó apresurada. No le cabía en la cabeza haber parecido tan débil ante su padre, ya que tenía clarísimo que los tres de habían dado cuenta de todo. ¡Si casi había suplicado para que Abigail fuera su tutor! Se golpeó la cabeza suavemente contra un muro, hasta que se hizo daño de verdad y tuvo que parar para que no le saliera una herida.
-Mira que eres bruta-dijo una voz conocida, mientras la ayudaba a levantarse del suelo.
-¡Vir!-se alegró la elfa, abrazando al jovencito. Pero tuvo que soltarlo. Hacía apenas tres días, Virgile le sacaba una cabeza de altura, y ahora era ella la que lo superaba al menos por una cabeza y media.
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