viernes, marzo 19

Extra Tale: Sueños rotos

La estocada iba directa al pecho del hombre. De eso estaba más que segura. El hombre había gritado, y hasta que no abrió los ojos, no quiso saborear su victoria. Una victoria que no llegó.
La mujer que se alzaba frente a ella, su voluptuoso cuerpo ensartado por la hermosa espada que blandía, sonrió turbiamente. Ni tan solo le dio tiempo a llorar. Alargó los brazos débilmente, y cayó de rodillas al suelo, con la mirada perdida en la nada.
-Mamá…- musitó la mujer. De sus hermosos ojos brotaba la sangre que abandonaba su ser. La torcida sonrisa desapareció, y la mujer se desplomó sin más. La muchacha vio horrorizada la escena. Sus dos enemigos corrieron en pos de la mujer caída, No podía decir quién era el más compungido de los dos. Uno se arrodilló y sacó cuidadosamente el arma del cuerpo de la mujer. Esta le sonrió débilmente. Parecía que el chico le quiso decir algo, pero tartamudeaba fuertemente, temblando y abrazando a la mujer con todas sus fuerzas.
-Ha sido…mi elección-murmuró la mujer, besando débilmente la mejilla del chico. El hombre le agarraba la cabeza, murmurándole una y otra vez que le prohibía terminantemente morirse de una manera tan cutre. La muchacha se miró las manos, horrorizada. ¿Qué diablos había hecho?
La mujer seguía sonriente, sus lágrimas carmesíes manchando la ropa del muchacho y las manos del hombre. Un tercer individuo se acercó, tambaleante. Apartó a la muchacha de un furioso empujón, al cual ella no se resistió. Prácticamente arrancó a la mujer de los brazos de los otros dos, y la cargó a su espalda, sin importarle los chorretones de sangre que surgían del pecho y ojos de ella. Gruñendo a todos los presentes, el joven abandonó la sala, con los ojos empapados de lágrimas, dirigiendo una última mirada de odio a todos.
-Si muere…-se despidió amargamente el joven-Os mataré a todos. ¿ME HABEIS OIDO?
-¡TÚ!-gritó el hombre, agarrando a la muchacha del cuello, asfixiándola-¿SABES QUÉ ACABAS DE LOGRAR? ¡TE ACABAS DE CONDENAR A MUERTE!
La muchacha intentó tragar saliva. Creía que su crimen solo le dolería a ella, más que a ninguno de los presentes. Pero la expresión rota y desquiciada de aquél hombre al que tanto temía la sacó de su error. Detrás de él el resto de soldados dejaron de sonreír como ella los recordaba. Y en el medio de todo ese dolor de amigos y enemigos, ella, que estaba llamada a ser una heroína, estaba a punto de ser juzgada como monstruo.
-Ella era el único motivo por el que se respetó tu vida hasta el final. ¿Te crees que eres útil o importante para mí, para nosotros?-señaló a sus hombres, lanzándola a ella tan lejos como su furia y dolor le permitieron-Tu no eres nada para nosotros… Salvo para esa mujer a la que acabas de asesinar. ¡Solo su deseo de mantenerte con vida te ha permitido llegar hasta aquí! ¡Tú, que no sabes nada de lo que es estar solo en el mundo! ¡Tú, que has vivido entre algodones y no has conocido jamás la miseria de la soledad y el miedo! ¿Sabes… la magnitud de tu crimen?
-No… No es cierto…-se agarró el cuello tan suavemente como pudo. Le ardía y estaba por arrancarse la piel a tiras. La imagen ante sus ojos era increíble e inolvidable. Probablemente, pensó la muchacha, amargamente, ese hombre nunca había llorado por nadie, porque su cara se congestionó hasta límites insospechados, y aquél rostro ya de por sí bello, alcanzó un grado de atractivo desmesurado, con los torrentes de lágrimas enmarcando su tez y su triste mueca.
-Yo sé lo que es la soledad. Una mocosa como tú jamás podrá entender el dolor de seres como nosotros.
-¿Tenéis sentimientos?-se burló amargamente la muchacha, que también lloraba.
-Ahora ya no-repuso el otro muchacho, apartando a su compañero suavemente. Su fluidez de movimientos estaba claramente mermada por el shock, pero se las apañó para llegar hasta ella. Más sus piernas se negaron a obedecerle más y se dejó caer. La muchacha lo agarró.
-Yo no te guardaré rencor-masculló el muchacho. Ella sonrió débilmente, pero antes de que pudiera responderle, el hombre apartó al muchacho y alzó sus armas en contra de su enemiga. Esta rezó a los dioses una ayuda, una señal. Lo que fuera. Tubo que apañárselas con esquivar los furiosos ataques del hombre, que cegado por sus abrumantes sentimientos, atacaba sin ton ni son, para la sorpresa de sus compañeros.
-¡Céntrate!-gritó uno de ellos.
-¡Vuelve en ti! ¡Déjalo correr! ¡Se…Se acabó!-intervino el muchacho, agarrándole de la espalda, logrando que la muchacha se alejara lo más posible.
-¿Cómo te atreves…A PEDIRME ESO?-el hombre se sacudió de encima al muchacho- ¡Es culpa suya! ¡Está muerta por…!
-NO TE ATREVAS A CAVAR SU TUMBA AÚN-le contestó el muchacho- Y en todo caso, si muriera, ¡sería por tu culpa!
-¿Mi culpa?-se indignó el otro. El muchacho le agarró del cuello de la camisa y le golpeó de forma repetida con los puños.
-Tu entera y absoluta culpa-repuso-Lo ha hecho por salvarte.
-Imposible. ¡No es tan estúpida!
-A mi desagrado, sí que lo es.
-No le importo, nunca le he importado.
-Maldito…-el muchacho le asestó tal puñetazo que incluso él se hizo astillas los nudillos-Tú, maldito hipócrita asqueroso, has sido lo único por lo que ha querido respirar. Ni por mi, ni por ella, ni por nadie. ¡Solo por un cerdo egoísta como tú!
La muchacha, mientras, había logrado recostarse contra una columna y había recobrado la verticalidad. La sangre que caía silenciosa por su frente le nublaba la vista ligeramente, pero ahora no podía fallar el blanco. Más sus piernas se negaron a obedecer.
Entonces hizo de nuevo aparición el joven. Su cara tenía una mezcla extraña. Reía y lloraba a su vez, y no le sentaba nada bien la expresión, que afeaba su rostro, antes hermoso y frío. Sus manos temblaban a su lado, y los dos hombres dejaron de discutir y de prestarle atención a la fugitiva.
- Parece que se recupera-musitó, entre risas-Mi pequeña está bien, se ríe, ya no sangra, tiene los ojos cerrados para descansar mejor, dentro de un rato se levantará y nos regañará a todos por hablar tan alto…-antes de que terminara de hablar, parecía que los ensombrecidos rostros se volvían a iluminar, y algunos coreaban con risas y abrazos la noticia. Más la muchacha sospechó de tal afirmación. El brillo de la locura traslucía en los ojos del joven.
-Es todo mentira, ¿verdad?-se arriesgó a aventurar la muchacha. Su interpelado cayó al suelo y rompió a llorar finalmente.
-Ha muerto.-afirmó, sin un resquicio de emoción el hombre, que se puso al nivel de su amigo, mientras con un gesto indicaba a sus soldados que se lo llevaran. Estos le obedecieron, mientras el joven seguía llorando y riendo.
-Se acabó, mocosa-gruñó el muchacho.
-¡Di-dijiste que sin rencor!-se reveló ella, bloqueando con la espada asesina el ataque del muchacho.
-Mentí. Mentí. ¡MENTÍ!
Las grandes puertas se cerraron con los últimos soldados. Aquella noche, iba a correr mucha sangre.

1 comentario:

  1. OMG! minutos agonizantes los de la lectura, ahí teniendome alerta por si me perdía algo, pero la escena cobraba cada vez más vida entre las paredes que me rodean. Juer, es genial, cuando pueda leerlo voy a llorar de lo bien que escribís capullas. Me alegra ser uno de vuestros fans para poder tener primicias de primera mano muajaja

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