martes, julio 21

Myron.Lluvioso

-Nunca sacaremos nada bueno de ti,niñato malcriado-le reprochó su padre, cerrando la puerta de mala manera, dejando al niño perplejo.Este,jugaba con el Estellor -un aparato con forma de bote que servía para enviar cosas al otro lado del rio sin tener que cruzar un puente, que se amarraba con cuerdas- ignorando las duras palabras de Lord Scorpius. Myron miró a sus clónicos hermanos y hermanas. Todos eran como su padre. Y por tanto, todos lo despreciaban. Eran fríos, rastreros, maliciosos y ambiciosos. Incluso la más pequeña, Sally, era como ellos. Y eso que solo tenía tres años.
-¿Cuál ha sido mi crimen hoy, Hector?-preguntó sin levantar la vista de su Estellor en miniatura. Su hermano menor le asestó una dura mirada y le arrebató el juguete. Myron se quejó silenciosamente, a la par que el niño agarraba el juguete, furioso.
-¡Has vuelto a ir a casa de nuestra tía sin permiso!
-¿Y qué? Es MI familia- sollozó Myron- Ellos me quieren.
-¡Deja de llorar, nenaza!-lo azuzó Meltha, otra de sus hermanas, que le arrebató el Estellor a Hector y lo lanzó contra el suelo, rompiéndolo en pedazos. El resto de hermanos comenzaron a reir, esperando la típica reacción de su hermano mayor: llorar a mares, como siempre hacía. Myron se acercó sin hacer el menor ruido a su juguete, recogió las astillas y las lazó al balcón, dejando que se confundieran estas con las gotas de lluvia que caían del triste cielo. Alcanzando a sus hermanos, les propinó, uno a uno, un sonoro bofetón.
-A mi esto me despertó de la pesadilla. Lástima que vosotros ya no podeis despertar.
Dicho esto, abandonó la habitación. Esa fue la única vez que Myron tuvo que enfadarse con sus hermanos. Porque, desde ese mismo instante, abandonó el castillo.

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-Cooooooooooooooliiiiiiin-llamó Myron, alegremente. Su amigo o miró un instante y apartó la vista, colorado de vergüenza al ver a Myron con un pañuelo rosa en la cabeza y una auténtica macedonia sobre esta.
-¡Me das vergüenza ajena!-dijo el niño, riendo de buena gana-Vamos, seguro que en tu casa Matt y Karai te están esperando.
-¡Sí!



PS: Myron se pronuncia (míron) y Karai (kárai)

Bird in the golden jail 3

Cuando volvió, Lady Emmelin aún seguía en sus quehaceres con la nobleza. Estaba claro que la había echado de menos...Ojala fuese así siempre, pensó alentada la joven princesa. Lucette la sonreía desde lejos, ya que la reina la había obligado a ir con ella. Zéphir estaba claro que no. Si por él fuese, la incinerarían viva. Ni siquiera la miró cuando esta ocupó de nuevo su sitio al lado del rey. Katherine sabia que el deseaba ese lugar y todo lo que ello comportaba. Y de buen grado se lo hubiese entregado todo, ¡allí mismo!
Suspiró cansada. Pero no podía ser, con aquella reunión se había sentenciado a una muerte lenta y dolorosa, alejada de lo que otros pudiesen considerar vida. Se sobresaltó levemente cuando notó la firme mano de su padre posarse sobre su hombro. El rey le indicó que lo siguiera, disculpándose ante los nobles que habían acudido rápidos, como aves de rapiña al notar la presencia del rey cerca.
Dejó a un lado los pensamientos sobre aquel hombre, para centrarse por completo en su padre. Aún estaba resentida con él, no lo perdonaría. Y se iba a empeñar en hacérselo ver. Acudieron al estudio donde el rey recibía la visita de los más allegados. Al entrar vislumbró a un hombre, trajeado. Su pelo era comparable al negro cuando se ha oxigenado profundamente.
-Es Abigail, mapete-aclaró el rey, cuando este la cogió la mano para besarla.- Un gran amigo.
-Mucho gusto-murmuró la elfa, con una sonrisa forzada-¿Requerías de mi presencia, Thyrone?-añadió, mordaz. Así le dejaba claro que en aquellos instantes, ni lo consideraba ni su padre ni su rey.
-Tenéis mucho carácter, majestad-añadió entre risas Abigail- Sois el vivo retrato de vuestr...
Thyrone estaba situado detrás de la princesa, por lo que pudo hacerle señales a Abigail para que no continuara. El final podría ser terrible si terminaba la frase.
-¡...de vuestra abuela!-concluyó Abigail, entusiasmado. Intentando remediar su metedura de pata. El rey suspiró intranquilo.
-Mapete-empezó el rey- Quería que lo conocieses, pues a parte de mi, es el hombre mas sabio de nuestro reino. Siempre que necesites ayuda, estará encantado de prestártela.
-Muy bien. Empecemos pues. ¿Cómo me libro de esto?-pensó, amargamente la princesa. Pero se tragó sus palabras para cambiarlas por otras de no mejor educación-En qué alta estima se tiene usted, padre. Vuestra sabiduría equiparada a la de un gran sabio. Me sorprende vuestra falta de modestia. Con todo mi respeto-el inciso aclaró que de respeto, no sentía ni una pizca hacia los dos hombres-me encantaría saber en qué puede ayudarme el maestro Abigail que no pueda...-de repente, se le iluminó el rostro de felicidad-¿Significa esto que despides a la pesada de Labelle? ¿Que tengo nuevo tutor?
-Ese no era el plan que yo...-empezó Thyrone, sorprendido. Pero la muchacha había sonreído al fin. Una sonrisa de verdad.
-¿De veras que ha venido tu amigo para eso?-siguió la princesa con su deducción, parloteando frenéticamente-¡Eso sería estupendo! Si es tan sabio como vos, padre, seguro que aprendo muchísimo más que con el palo tie...-giró la cabeza, avergonzada por haber dicho en alto el mote que había adjudicado a su institutriz, con la sangre agolpada en las mejillas- que con la señorita Labelle-acabó, resoplando por haber hablado tan rápido.
Thyrone miró confuso a su amigo, Abigail.
-¿Tú que dices, viejo amigo?-concluyó de buen humor.
-Que no todo siempre ha de salir a pedir de boca, majestad-inclinándose ante sus majestades, concluyó- Ahora mismo estoy inmerso en un estudio de vital importancia. Me sería imposible llevar acabo el adiestramiento de la princesa como sería debido. Lamento rehusar la oferta, majestad.
Thyrone permaneció a la espera de que la princesa protestará, de que exhibiera motivos para no llevar acabo la simple tarea de aleccionarla. Pero, con toda la educación del mundo, sonrió e inclino la cabeza en un asentimiento formal.
-Entiendo tus motivos, Abigail-añadió el rey- Aunque espero que esos estudios no te mantengan ocupado e impidan que reciba tus visitas-sonriendo amablemente.
Llamaron a la puerta. Interrumpiendo una animada conversación entre los dos hombres, un tercero apareció. A Katherine le dio un vuelco el corazón. ¡Era él!
-¡Maestro, me dijeron que podría encontrarle aquí…!
-¡Ah! ¡Azhian! ¡Pasa!-una vez el joven se situó junto a Abigail, este lo presentó- Es mi mejor alumno, Majestad.
-Encantado-al reverenciarse, dejó que cayeran sobre sus hombros una increíble mata de cabellos plateados- Me llamo Azhian.
¡Que suerte tuvo! Al parecer, los buenos modales de su padre la salvaron de un apuro, ya que se adelantó a ella para poder estrechar la mano al nuevo invitado. Ladeó la cabeza incomoda. Cogió un mechón de pelo, y se sintió una estúpida al estrecharlo contra su dedo índice hasta hacerse un bucle. Pero entonces al rey se le ocurrió la brillante idea de presentar a la princesa.
-Azhian, esta es mi hija. Katherine-cogiéndola por los hombros la situó justo en frente de aquel hombre- La futura soberana del reino.
El brazo de Azhian se alargó hasta coger con delicadeza una de las manos de la princesa, llevándosela hasta los labios para finalmente rozarlos contra su piel. Fue solo un momento, pero a Katherine le pareció que los ojos de Azhian brillaron ante la mención de su título. Después, ya no pudo seguir pensando. Ladeaba los ojos de un lado para otro, pero seguía sintiendo su mirada fija en ella. ¿A esto era lo que llamaban amor a primera vista?
Sacudió la cabeza, logrando que la sangre no subiera a sus mejillas más de lo debido y la delatara. Tomando aire hasta que sus pulmones no podían aceptar ni una molécula más de este, dejó que el flequillo le tapara la cara y con una corta inclinación, farfulló algo de tener que volver a la fiesta. Thyrone sonrió.
-Dile a tu madre que enseguida vuelvo.
-Claro-solo hacía falta recordarle la existencia de la reina para hacerla bajar a la tierra y enfadarla-Lástima que no podáis ser mi tutor, maestro Abigail. De veras que me hubiera gustado. Quizás cuando terminéis vuestros estudios...-comenzó esperanzada. Pero el hombre negó con la cabeza, pesaroso.
-Me temo que no sé cuando terminaré, jovencita.
-En-entiendo-masculló. Quería largarse de allí inmediatamente, así que marchó apresurada. No le cabía en la cabeza haber parecido tan débil ante su padre, ya que tenía clarísimo que los tres de habían dado cuenta de todo. ¡Si casi había suplicado para que Abigail fuera su tutor! Se golpeó la cabeza suavemente contra un muro, hasta que se hizo daño de verdad y tuvo que parar para que no le saliera una herida.
-Mira que eres bruta-dijo una voz conocida, mientras la ayudaba a levantarse del suelo.
-¡Vir!-se alegró la elfa, abrazando al jovencito. Pero tuvo que soltarlo. Hacía apenas tres días, Virgile le sacaba una cabeza de altura, y ahora era ella la que lo superaba al menos por una cabeza y media.

lunes, julio 20

Bird in the golden jail 2

-¿Has hablado con ella? ¿Vendrá, verdad?-Pellean cacareaba sin parar, presa de los nervios- Con lo que me ha costado la decoración...
-¡Madre!
Pellean calló al momento. El rey no estaba para nadie. Su mapete, su preciosa mapete...No podía ayudarla. A pesar de toda su sabiduría no era capaz de ayudarla, de lidiar con el peso que la asfixiaba. Es necesario, se convenció a sí mismo. Era el peso de la corona, nada más.
Zéphir observaba al rey con cierto disimulo, puestos que su siempre elegante porte le prohibía ladear la cabeza como un simple criado. No le hacía falta nadie para saber en qué estaba tan pensativo su padre. Katherine, ¡siempre ella! Cerró los ojos e inspiró hondo para aplacar su ira. Ya le había azotado otras veces aquel sentimiento, sabía como lidiar con él.
Ese detalle no pasó inadvertido a los ojos siempre vigilantes de su madrastra, la reina. Simplemente lo obvió. Una rata como aquella no se merecía sus atenciones, ahora lo más importante para ella era no perder la cabeza ante aquella muchedumbre expectante por ver a la princesa. Las puertas de la gran sala se abrieron. Unos murmullos iniciales precedieron al más oscuro de los silencios.
Todos los ojos de la corte se posaron sobre la futura soberana de su reino. Unas primeras manos aplaudieron tímidamente, a lo que las demás se sumaron en un aplauso general. Pero siempre educado.
A su entrada, la sala comenzó a canturrear algo que tenía por letra una felicitación de cumpleaños, deseándole felicidad y una eterna vida sana, junto a un reinado justo y querido. Pero a Katherine le sonó como un cántico fúnebre, que precedía a la muerte de su libertad y su posterior enjaulamiento. Por suerte, ya no le quedaba rastro de tristeza en el rostro, confortada por los suaves apretones de mano que Lucette le daba de tanto en tanto, recordándole que no estaba sola. La princesa sonrió. Tenía unos dientes afilados y blancos. Deslumbrantes. Los asistentes se dieron el lujo de exhalar algunos suspiros de asombro o admiración, acallados rápidamente por el protocolo. Sonrojada por estos últimos, buscó con la mirada a Virgile y Evan, que debían haber asistido a la fiesta. Cuando los encontró, ellos bajaron la mirada, con forzado respeto. Con eso, le dejaron claro que ya no eran de la misma categoría. Ahora ellos no podían ser más que simples vasallos. Katherine apartó la vista, dolida. Mas tuvo que relajarse al recibir el cálido abrazo de su abuela paterna.
La música llenó la sala, y los presentes, a una señal del rey, se abalanzaron sobre las cómodas sillas. Cuando todos estuvieron colocados, siguiendo el guión que Emmelin había escrito, Katherine se levantó de su silla y se inclinó respetuosamente.
-Gracias a todos por haber asistido a esta pequeña fiesta. Con esta, pongo inicio a mis estudios para la soberanía y mi camino hacia la madurez. Espero poder llegar a ser una reina tan buena y capaz como Lord Thyrone y Lady Emmelin-su sonrisa se tensó durante unos instantes. Lucette se removió en su asiento, nerviosa. Zéphir dejó de sonreír, y casi le pareció ver la rabia que sentía su hermana-No obstante-prosiguió la muchacha-Hoy es un día de jolgorio y celebración, así que, amigos, súbditos, padre, madre, familia-alzó los brazos, dando así comienzo a la celebración-¡Comed sin miedo al mañana!
El convite dio comienzo seguidamente. El ambiente se cargó de risas controladas y comentarios superficiales, por parte de la nobleza de aquel gran reino, o eso es lo que observaba Katherine desde su sitio privilegiado al lado de su padre. Su jaula particular, o así la llamaba ella con suma ironía. Lucette fruncía el ceño ante los comentarios de su hermana, pero no decía una palabra. Suponía que los años acabarían por darle la paciencia necesaria como para aguantar todas aquellas reuniones sociales, o al menos eso deseaba fervientemente. Deseosa de que encontrara la paz que tanto bien le haría a su maltrecha alma. Disimuladamente, un criado se acercó hasta donde se encontraba su majestad, el rey. Inclinó levemente la cabeza y le comunicó que tenía una visita. El rey se removió inquieto en su trono, aunque aquel gesto fue casi imperceptible. ¿Quién podría ser? Pensaba la princesa, ahora mas animada.
-Puede que este bodrio empiece a tomar cara y ojos...-susurró llena de ironía hacía las cansadas orejas de su hermana. Lucette volvió a suspirar.
Katherine alargó el cuello insistentemente, en un afán por divisar a la visita de su padre. Ya que era su día especial, merecía saber de quien se trataba. O al menos ese era su genial razonamiento. Emmelin la sermoneó disimuladamente ante tal falta de modales.
Aunque no solamente la ausencia de su padre se hizo palpable en la sala. Katherine se encogió de golpe, miró a ambos lados de la sala, y para su sorpresa, la atenta mirada de su madre estaba ocupada con varios personajes importantes de la corte. Era su oportunidad. Antes de alzarse, miró significativamente a su hermana, implorándole un solo favor en su vida. Lucette asintió y esta desapareció entre la muchedumbre. No tardó en divisar lo que estaba buscando. Disimuladamente observó a aquel grupo de hombres tan particular. Deslizó la mirada, uno por uno. Había hecho bien, se premió a sí misma. Le gustaba demasiado lo que veía. Entre aquellos personajes uno captó excesivamente su atención. El hombre de cabellos plateados, la miró. Su sonrisa hizo que todo su mundo diese un vuelco. Aunque estaba rodeada de gente, se sintió desprotegida ante aquella mirada rebosante de seguridad. Se alarmó. Decidió que había llegado la hora de retirarse de nuevo hacía su jaula, pues le apeteció mucho mas eso que seguir estando allí. Expuesta, vulnerable. El hombre se inclinó cortés hacía delante, mostrándole un porte digno de un rey.

*ps: de nuevo, encontramos cachitos escritos por Alice, xDD aunque practicamente este trozo lo escribió ella*

Carta de despedida

Te quiero.
Ya está, ya lo he escrito.
¿Contento?

Puedo ver tu estúpida sonrisa
dibujada en mi cabeza.
Y solo el pensarlo,
me dan ganas de golpearte.
Y de besarte segundos después.
Qué contradictorio, ¿No?

Quizás cuando recibas esta carta
tu ya no me quieras
Supongo que me lo merezco.
Pero…
¡Duele tanto!
¿Soy egoísta porque quiero
quereros a ambos por igual?

No puedo escribir nada más,
puesto que no creerás ninguna palabra
que provenga de esta pluma dorada
bañada en la sangre de cien hombres
que conforman el carmesí mensaje.
Creerás que te he abandonado,
y puede que arrugues la hoja
en cuanto reconozcas mi letra.

¿Si ruego, volverás?
¿Si lloro, me abrazarás?
¿Si me hieren, me curarás?

Mentiría si dijera que lo hice por ti,
por él, por ella, por otros…
Me fui por mí.
¿Soy egoísta?

Aún así, yo te había prometido,
y sigo manteniendo la promesa,
que siempre te escucharía.
¿Vendrás a gritarme,
a reprocharme todo cuanto he hecho?
Solo quiero oír tu voz…
Aunque sea para aclarar
la dolorosa verdad
de que ya no me quieres

Quise dejarme acunar por ti,
mi amor, mi amado,
quise no temer a la noche.

Pero esta, silenciosa,
me agarraba de la mano
cuando compartíamos el lecho,
cuando más quería deshacerme
de su macabro agarre.
Me desarropaba y me dejaba
vulnerable ante la brisa,
ante sus malvadas fauces.

Pero yo debía luchar,
con uñas y dientes.
Para salvarte a ti,
para salvarme a mí.

Otra vez me antepongo a nosotros.
Y así se separaron nuestros caminos.
Me escudé en la patética excusa
que todo lo hacía por ti,
por mi infinito amor.

Mi amor hacia mi vida.
Esa es mi razón.
¿Decepcionado?

Y así, otra noche, me dispongo a ser devorada.
Mi alma y mi ser están en el menú.
¿Cuánto rato aventuras que tardaré
hoy en ser engullida?
Te quiero, Matt.

Katherine.


*bueeeeeeh me aburria y se me ocurrió,porque la ta hizo la de Giles >.< Pero que conste que es una carta hipotética, ehhh?? nunca pasará tal cosa tan moñas si puedo evitarlo!HA!*

jueves, julio 16

2. Bird in the golden jail

Pellean, la madre del rey, trajo una enorme tarta para su nieta favorita. Las paredes del castillo habían sido decoradas con un mal gusto impresionante, a opinión del rey, que amonestó a su madre por su exceso de entusiasmo. La anciana elfa, que ya contaba con más de mil años a sus espaldas, desestimó la observación de su hijo y prosiguió dando ordenes a los soldados y criados para que todo fuera perfecto. Thyrone sin embargo, compartía la misma ilusión que su madre, así que la dejó hacer tranquilamente. La tarta lucía unas enormes y preciosas velas con los números seis y cuatro. Pellean sonrió.
-Ya está todo listo.

-No voy a salir-gruñó la princesa, dándole la espalda al criado. El muchacho balbuceó torpemente que su abuela había venido a verla, que la reina y el rey la esperaban junto al resto de miembros de la familia y la nobleza para festejar su cumpleaños.
-¿Te llamabas Wolf, no?-murmuró la elfa, mientras aparecía de detrás del biombo que la ocultaba de la vista de cualquiera. El llamado Wolf dio un respingo al ver la figura de su ama. Sabía de sobras, por haber oído de sus mayores, que los elfos crecían de un día para otro, como si de setas se trataran. Que embellecían, que mejoraban. Pero, ¡rayos! Menudo el cambio de la heredera al trono. El cabello suelto le cubría el cuerpo, que solo tenía puesto la ropa interior. Al lado de ella, un buen montón de ropas que no le encajaban con su nueva y voluptuosa figura se apilaban rasgadas o completamente rotas. Tenía todo el cuerpo lleno de pecas y sus hombros se sacudían al ritmo de su agitada respiración. El criado agarró los ropajes rotos y con la cabeza agachada, abandonó la estancia.
-No voy a salir-repitió Katherine, llorando. Desde el torreón, el cual le servía de nueva habitación por cortesía de su madre, podía ver como los niños seguían jugando alegres y sin miedo de nada. Anhelando crecer para, quizás, poder blandir impunemente las espadas o pistolas que quisieran. O tal vez para ser libres de enamorarse de chicas que no fueran inmortales. De ser felices. De no esperar nada del mañana salvo qué manjares podrían degustar. Katherine cerró la ventana. Ya había llorado suficiente por hoy.


Los murmullos habían llegado ya hasta el íntimo círculo de la familia. La princesa no iba a salir.
-¿Cómo puede ser de que sea tan terca? ¿Como puede estropear este día?-se quejó Pellean, aparentemente disgustada.
El rey omitió ese pequeño detalle antes de levantarse. Su esposa permaneció impasible a los cambios, solo un leve parpadeo le indicó al soberano lo furiosa que estaba. Aunque jamás elevaría la voz en un recinto con invitados. Antes se cortaría la lengua.
Conciente de que era el centro de todas las miradas, abandonó el comedor principal en dirección al torreón de Katherine. No permaneció mucho en el umbral, llamó con los nudillos y esperó que la princesa rezongara algún improperio para pasar.
-¿Qué?-gruñó, a la par que abría la puerta. Su mirada se clavó en la de su padre, e inclinando la cabeza, lo dejó entrar. Thyrone entró con suma calma y se sentó en la silla del escritorio nuevo que él mismo había confeccionado para su hija. Esta ni tan solo lo miró de nuevo, dándole la espalda.
-Que raro que no haya sido Emmelin quien ha venido a sermonearme.
Thyrone suspiró.
-No he venido a sermonearte, mapete.
Aunque Katherine fuese una copia exacta a Lady Emmelin, el brillo de sus ojos era exacto a los de su padre. No sabía lo que rondaba por la cabeza de su joven hija, había crecido tanto en tan poco tiempo...
-¿Por qué no quieres bajar?
Había intentando dejarle su espacio, aunque en su fuero interno, deseara volver a tenerla sobre su regazo. Feliz como antes.
-¡Mírame!-rugió, furiosa-¡Es el peor día de mi vida! Maldigo el día en que nací. Maldigo mi sangre, tu sangre, la de madre, la de la abuela. ¡Estoy encerrada!-pateó el desafortunado mueble que se cruzó en su camino, dejándolo hecho astillas-Por culpa de todos vosotros, he perdido todo cuanto podría apreciar. Solo soy una niñata que no quiere otra cosa que jugar con lo que podían haber sido sus amigos. ¡Y MIRAME! tengo que estar atrapada entre el deber y lo correcto. Por complaceros a madre y a ti. Pero un día, me marcharé y no volveréis a saber de mí, majestades. ¿Acaso hasta que no muera no podré ser libre?-había sido más bien un monólogo, ya que el rey no se atrevió a interrumpirla, conociendo su mal genio, así que la dejó hablar.
¿Tanto había cambiado su pequeña mapete?
El rey se levantó, con ese porte que Katherine reconoció al momento, un porte real. Se acercó hasta el ventanal, desde donde se podía vislumbrar aquello por lo que su hija tanto había maldecido. Su libertad.
-Lo siento, mapete-desvió la mirada del ventanal hasta posarse sobre la furiosa mirada de su hija.
No dijo nada más. ¿Qué más podía decir? Nada, pues todo sonaría falso. Aún así si las leyes y las normas se debían obedecer. No había excepciones, con nadie.
-Llamaré a Lucette para que te traiga un vestido. Vístete y ven a la fiesta. Todos te esperan...
En su tono no había lugar para un posible reproche. Era el rey. Dirigió sus pasos hacía la puerta, y salió de la habitación.
Tras la puerta, se oyó claramente el aullido que la muchacha profirió.
-¡Te odio! ¿Me oyes?-gritó, entre llantos. Se dejó caer contra la madera que formaba parte de la puerta, rasgándose la espalda con las astillas sueltas de la madera mal pulida. En silencio, entró Lucette, que abrazándola, la vistió sin decir palabra alguna. Katherine obedeció. Le dolía demasiado la espalda como para protestar.


PS: "Mapete" significa "pequeñ@" segun Weiss y Hickman. Yo digo que significa "princesa" , y es el mote cariñoso entre los elfos y sus hijas...jurjurjur