lunes, julio 20

Bird in the golden jail 2

-¿Has hablado con ella? ¿Vendrá, verdad?-Pellean cacareaba sin parar, presa de los nervios- Con lo que me ha costado la decoración...
-¡Madre!
Pellean calló al momento. El rey no estaba para nadie. Su mapete, su preciosa mapete...No podía ayudarla. A pesar de toda su sabiduría no era capaz de ayudarla, de lidiar con el peso que la asfixiaba. Es necesario, se convenció a sí mismo. Era el peso de la corona, nada más.
Zéphir observaba al rey con cierto disimulo, puestos que su siempre elegante porte le prohibía ladear la cabeza como un simple criado. No le hacía falta nadie para saber en qué estaba tan pensativo su padre. Katherine, ¡siempre ella! Cerró los ojos e inspiró hondo para aplacar su ira. Ya le había azotado otras veces aquel sentimiento, sabía como lidiar con él.
Ese detalle no pasó inadvertido a los ojos siempre vigilantes de su madrastra, la reina. Simplemente lo obvió. Una rata como aquella no se merecía sus atenciones, ahora lo más importante para ella era no perder la cabeza ante aquella muchedumbre expectante por ver a la princesa. Las puertas de la gran sala se abrieron. Unos murmullos iniciales precedieron al más oscuro de los silencios.
Todos los ojos de la corte se posaron sobre la futura soberana de su reino. Unas primeras manos aplaudieron tímidamente, a lo que las demás se sumaron en un aplauso general. Pero siempre educado.
A su entrada, la sala comenzó a canturrear algo que tenía por letra una felicitación de cumpleaños, deseándole felicidad y una eterna vida sana, junto a un reinado justo y querido. Pero a Katherine le sonó como un cántico fúnebre, que precedía a la muerte de su libertad y su posterior enjaulamiento. Por suerte, ya no le quedaba rastro de tristeza en el rostro, confortada por los suaves apretones de mano que Lucette le daba de tanto en tanto, recordándole que no estaba sola. La princesa sonrió. Tenía unos dientes afilados y blancos. Deslumbrantes. Los asistentes se dieron el lujo de exhalar algunos suspiros de asombro o admiración, acallados rápidamente por el protocolo. Sonrojada por estos últimos, buscó con la mirada a Virgile y Evan, que debían haber asistido a la fiesta. Cuando los encontró, ellos bajaron la mirada, con forzado respeto. Con eso, le dejaron claro que ya no eran de la misma categoría. Ahora ellos no podían ser más que simples vasallos. Katherine apartó la vista, dolida. Mas tuvo que relajarse al recibir el cálido abrazo de su abuela paterna.
La música llenó la sala, y los presentes, a una señal del rey, se abalanzaron sobre las cómodas sillas. Cuando todos estuvieron colocados, siguiendo el guión que Emmelin había escrito, Katherine se levantó de su silla y se inclinó respetuosamente.
-Gracias a todos por haber asistido a esta pequeña fiesta. Con esta, pongo inicio a mis estudios para la soberanía y mi camino hacia la madurez. Espero poder llegar a ser una reina tan buena y capaz como Lord Thyrone y Lady Emmelin-su sonrisa se tensó durante unos instantes. Lucette se removió en su asiento, nerviosa. Zéphir dejó de sonreír, y casi le pareció ver la rabia que sentía su hermana-No obstante-prosiguió la muchacha-Hoy es un día de jolgorio y celebración, así que, amigos, súbditos, padre, madre, familia-alzó los brazos, dando así comienzo a la celebración-¡Comed sin miedo al mañana!
El convite dio comienzo seguidamente. El ambiente se cargó de risas controladas y comentarios superficiales, por parte de la nobleza de aquel gran reino, o eso es lo que observaba Katherine desde su sitio privilegiado al lado de su padre. Su jaula particular, o así la llamaba ella con suma ironía. Lucette fruncía el ceño ante los comentarios de su hermana, pero no decía una palabra. Suponía que los años acabarían por darle la paciencia necesaria como para aguantar todas aquellas reuniones sociales, o al menos eso deseaba fervientemente. Deseosa de que encontrara la paz que tanto bien le haría a su maltrecha alma. Disimuladamente, un criado se acercó hasta donde se encontraba su majestad, el rey. Inclinó levemente la cabeza y le comunicó que tenía una visita. El rey se removió inquieto en su trono, aunque aquel gesto fue casi imperceptible. ¿Quién podría ser? Pensaba la princesa, ahora mas animada.
-Puede que este bodrio empiece a tomar cara y ojos...-susurró llena de ironía hacía las cansadas orejas de su hermana. Lucette volvió a suspirar.
Katherine alargó el cuello insistentemente, en un afán por divisar a la visita de su padre. Ya que era su día especial, merecía saber de quien se trataba. O al menos ese era su genial razonamiento. Emmelin la sermoneó disimuladamente ante tal falta de modales.
Aunque no solamente la ausencia de su padre se hizo palpable en la sala. Katherine se encogió de golpe, miró a ambos lados de la sala, y para su sorpresa, la atenta mirada de su madre estaba ocupada con varios personajes importantes de la corte. Era su oportunidad. Antes de alzarse, miró significativamente a su hermana, implorándole un solo favor en su vida. Lucette asintió y esta desapareció entre la muchedumbre. No tardó en divisar lo que estaba buscando. Disimuladamente observó a aquel grupo de hombres tan particular. Deslizó la mirada, uno por uno. Había hecho bien, se premió a sí misma. Le gustaba demasiado lo que veía. Entre aquellos personajes uno captó excesivamente su atención. El hombre de cabellos plateados, la miró. Su sonrisa hizo que todo su mundo diese un vuelco. Aunque estaba rodeada de gente, se sintió desprotegida ante aquella mirada rebosante de seguridad. Se alarmó. Decidió que había llegado la hora de retirarse de nuevo hacía su jaula, pues le apeteció mucho mas eso que seguir estando allí. Expuesta, vulnerable. El hombre se inclinó cortés hacía delante, mostrándole un porte digno de un rey.

*ps: de nuevo, encontramos cachitos escritos por Alice, xDD aunque practicamente este trozo lo escribió ella*

1 comentario:

  1. dile a la eva que como vuelva a quejarse le arrancaré la lengua y le sacaré los ojos

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