martes, marzo 9

1. ¡Quiero mi niñez! (2)

Cuando Evan había dicho que el bar estaba en el centro del bullicio, no habría podido usar mejor palabra. Era viernes. Normalmente había gentío, pues Rhea era la capital más importante de Tala, pero los viernes pertenecían a otro mundo. Viajeros, mercantes, pilluelos y mercenarios se reunían los viernes en Rhea para tratar sus asuntos. La gente huele el dinero, y habría que estar pero que muy congestionado como para no darse cuenta de que era un día de oro. Independientemente de como ganaras el dinero. Apenas pudieron mantenerse en grupo unos minutos, y al final acabaron dispersados. Para asombro de Katherine, Evan había tenido la increíble idea de dar instrucciones antes de adentrarse en aquel mar de piel. Al principio lo había tomado a broma, incluso un poco exagerado. Pero en aquellos momentos, cuando la tarea de respirar se le hacía un verdadero problema a causa del gentío y del aire viciado, reconoció el merito del joven ante su iniciativa. Cuando pensaba que no aguantaría ni un minuto más de pie, Evan detuvo el paso y señaló un cartel que se tambaleaba con el viento. Katherine no alcanzó a ver las letras, pero eso poco le importaba. Necesitaba desesperadamente aire, y espacio. Mucho espacio. Sintió un tremendo alivio cuando este le soltó la mano, una vez se hubieron introducido en el local. La princesa parpadeo un par de veces, pues sus ojos habían estado demasiado en contacto con las especies del mercado, entre ellas el opio. Y empezaba a sentirse mareada. Como todo un caballero, Evan llamó la atención al posadero, que los llevó rápidamente a unas mesas del fondo. Evan indicó que necesitarían más sillas, e inmediatamente el fornido tabernero desapareció entre sus clientes. Katherine dejó escapar un sonoro aullido de placer cuando su espalda tocó madera, sintiéndose los riñones a punto de reventar.
-Para ser un niñato hormonado eres todo un caballero con las mujeres, Evan-bromeó la princesa, una vez hubo recuperado el humor. Este le devolvió la sonrisa, abriendo la boca para coger aire y contradecir aquellas acusaciones tan feas, sin embargo un chillido provinente del pecho de su acompañante lo frenó.
-¡DIOS MIO! ¿Donde esta Virgile?-gritó, mirándose atónita la mano donde se suponía debería estar la de su amigo.
Evan rompió a reír.
-Tranquila-canturreó entre risas-Seguramente estará en compañía de alguna señorita…
Katherine le propinó una patada en al espinilla, provocando que este aullara de dolor. Una mueca de satisfacción le tiñó el rostro.
-Seguramente-aseveró la mujer-Y seguro que en estos momentos…
Antes de que este pudiera recuperar el habla, la puerta volvió a abrirse, dejando entrar a través de ella el ruido del exterior. Una vez cerrada, la figura de Virgile se perfiló contra esta a la luz de las bombillas.

La agitada respiración del joven rápidamente quedó eclipsada por el ambiente festivo que se cernió sobre él cuando cerró la puerta, dejando así, que los sonidos exteriores fueran reemplazados por los del interior de la taberna.
Katherine observó con aire divertido como este parpadeó un par de veces, intentando vislumbrar algo al cambio tan brusco de luz. La noche había empezado a caer en el exterior, pero había generadores de luz para que tal evento no sumiera a la ciudad en un agujero. Sin embargo, la luz de local era mucho más suave. Más intima, a pesar de que se notaba en el ambiente que era un lugar de reunión entre amigos. Un sitio tranquilo para pasar la tarde, así pensó Katherine mientras contemplaba como Virgile había dado con ellos y se disponía a pasar.
Aunque eso no sería una tarea fácil, pues habían demasiadas camareras y huéspedes de pie. Mientras Virgile pasaba entre la gente a trompicones, su hermano Evan disfrutaba del bullicio. La princesa frunció el ceño cuando observó que este dejaba reposar el brazo cerca de la mesa. Ese hecho no la habría echo sospechar nada, sino fuera porque las pobres camareras necesitaban arrimarse a las mesas para pasar a través de los clientes. Justo en ese momento, oyó una disculpa con voz conocida detrás de ella, seguramente dirigida a una camarera.
Las pecas se le arremolinaron a los lados por culpa de una sonrisa.
-Evan, usa esa mano para algo más que torturar a las camareras-bromeó Katherine- Y pide tres jarras de cerveza.
El interpelado la miró con aire distraído, pero al alzar la cabeza pudo contemplar a su hermano, y sonrió eufórico.
-¡Pero hombre!-sonrió pícaramente, y usando la mano libre le lanzó un besito- ¡si ya pensaba que te habrías fugado con esa rubita que te tiene el ojo echado!
Virgile abrió la boca de par en par, sin molestarse en disimular el sonrojo que se había apoderado hasta de las pestañas. Por no decir que un escalofrío mortal le había atravesado la columna al recibir tal muestra de amor por parte de su hermano. Si se había planteado hacerle explotar de vergüenza, había ganado con creces. Sintió como las fuerzas le fallaban, y se derrumbó justo al lado de la princesa, quien le palmeó la espalda fraternalmente.
-Eres un monstruo-le regañó, pero la sonrisa que le tenia prendado el rostro la delataba. Estaba disfrutando con aquello, o al menos en la mayor parte. Virgile era su amigo, aunque tenia que reconocer que hacerle enfadar no tenía precio.

1 comentario:

  1. genial, espléndido. Os merecéis un aplauso. Seguid así y conseguiréis llegar a la los best seller ^^

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