miércoles, junio 17

Priceless Freedom 4

Cada noche igual. Cada escapada igual. Katherine contempló su cuerpo con detenimiento. A este ritmo, acabaría pareciendo más un racimo de uvas que una princesa elfa. El moratón que tenía en el muslo le dolía una barbaridad, y el enrojecido rostro no iba a ceder su rojez a nadie por lo menos durante tres horas. Por mucho que Lucette se empeñara en ponerle hielo en los golpes y a darle abrazos cada tres pasos que lograba dar, el cuerpo le iba a seguir doliendo durante varios días. Lucette, la chica elfa que adoptó el rey cuando los padres de esta murieron, era, sin duda, la mujer más hermosa que había pisado aquél castillo. Alegre, optimista, dicharachera… Todo lo que Katherine soñaba ser. ¡Pero, alas! Había salido demasiado parecida a su madre, la reina Emmelin. En aquél instante, Lucette había decidido que su hermanastra necesitaba peinarse con urgencia.
-Estate quieta-la sermoneó. Pero Katherine apenas podía sentarse por culpa del moratón. La noche estaba lista para cernirse sobre las cabezas de la gente, y lo único que anhelaba la princesa en aquel momento era contemplar el atardecer para asegurarse que ese horrible día terminaba de una vez.
-Algún día, yo…-comenzó, como cada noche. Lucette suspiró y comenzó a cepillarle la larguísima melena dorada. El pijama antiguo marcaba el contorno de la figura de la chiquilla, que en pocos días iba a mutar para llegar a la plenitud de su juventud. La casa real de Tala contaba con esa peculiaridad. Al cumplir los sesenta y cuatro, los elfos Talenses adquirían el aspecto de jovencitos de dieciocho a veintipocos años. Pronto dejaría de ser una niña. Pronto no podría volver a jugar con todos esos chiquillos. Lucette suspiró, entristecida.
-Y yo no tengo hermano, tengo un chivato-gruñó Katherine. A Lucette no le gustó nada el comentario, ya que peinó un nudo que la princesa tenía con bastante mala idea, quedando en el cepillo una buena mata de cabellos-¡Au!
-No metas a Zéphir en esto, ricura.
-Pero Lucette…
-No-sentenció la mayor-Ya sabes que eso no te lo permito, jovencita.
-Lucette…
-Katherine-replicó Lucette-No aceptaré ninguna crítica a tu, digo, nuestro hermano. ¿Sabes acaso lo solo que ha estado? ¿Sabes la de cosas con las que ha tenido que cargar? Te recuerdo que su madre murió a los pocos años de nacer él.
-No es más que un semielfo.
-Eso no quita que sea de la familia. Su sangre o raza no implica nada.
-Es un ser…
-¿Inferior?-aventuró Lucette-Katherine, no me hagas esto. Tus amigos son todos humanos. No puedes clasificar así como así a la gente. Zéphir es muy bueno. Solo está muy, muy solo.
Katherine dejó el tema. No tenía ganas de oír alabanzas sobre semejante judas.
-Lucette, tu que pasas tanto tiempo con padre-comenzó la princesa, dubitativa-¿Qué rayos le hizo fijarse en Emmelin?
Lucette parpadeó varias veces, ya que la pregunta la había cogido desprevenida completamente. La elfa sacudió la cabeza tristemente y en silencio, continuó peinándola.
-¿Hermanita?
-Su sonrisa-masculló, entre dientes, Lucette-Thyrone siempre ha dicho que es lo primero que vio de ella y con lo que no pudo sacársela de la cabeza durante semanas.
-¿Tú has visto alguna vez esa sonrisa?
-No pequeña. Creo que Thyrone sufrió una alucinación.


Y aquí concluye el capítulo primero

1 comentario:

  1. que mal rollo eso de que se transforme así de repente en una niña adolescente xDDD pero bueno, está bien ^^ y me encanta lo de la sonrisaa, pobre, seguro que si que sonrió, pero no suele hacerlo >,<

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